Si la vida moderna no nos hubiese vuelto tan descontentadizos y hastiados de todo, encontraramos motivo de maravilla hasta en los hechos que hoy juzgamos ms triviales o insignificantes. Un ejemplo es el estornudo. Advirtase la singularidad de este fenmeno: algo nos anuncia que ya viene; una especie de comezn en la nariz nos hace saber la inminencia de su llegada. En seguida, sobreviene un movimiento intempestivo de la cabeza y el tronco, que se termina en una espiracin violenta, repentina y sonora: el aire de los pulmones pasa explosivamente a travs de las anfractuosidades de las fosas nasales. Los ojos se cierran invariablemente; los sabios, que muchas veces saben el cmo y casi nunca el porqu, hipotetizan que es un intento de proteger los ojos contra el chorro de bacterias potencialmente dainas sbitamente disparadas. Mas no se crea que a esto se reduce el fenmeno: hay una vasta serie de concomitantes. Las ideas se hacen confusas, se pierde el hilo de lo que se pensaba. Los msculos del trax y del abdomen se contraen; se tensan los tendones y ligamentos de las articulaciones; hasta los esfnteres del cuerpo se estrechan, como lo saben muy bien, para su infortunio, las personas predispuestas a la incontinencia urinaria, que mal pueden retener la emisin de orina durante un estornudo.